Una buena taza de té puede ser un pequeño milagro: reconfortante, aromática, equilibrada. Pero ese momento de placer no ocurre por azar. La preparación del té es un arte que requiere atención, comprensión del producto y respeto por sus características.
Sin embargo, es habitual que incluso personas aficionadas cometan errores que arruinan la experiencia sin darse cuenta.
Cómo hemos dicho varias veces en este blog: No saber preparar el té correctamente es una de las principales causas de que a las personas no les guste el té.
Este artículo expone los fallos más frecuentes al preparar té y ofrece soluciones prácticas. Porque un té mal hecho no es solo una pérdida de sabor, es una oportunidad desperdiciada de conexión sensorial.
El agua es el 99% del té. Y sin embargo, muchas veces se subestima. El agua del grifo puede contener cloro, cal o impurezas que alteran el sabor, aroma y textura del licor.
¿Qué hacer?
Utiliza agua filtrada o de mineralización débil. Si el agua no es buena para beber sola, no es buena para el té.
Este es uno de los errores más extendidos: llevar el agua a ebullición y usarla tal cual para cualquier tipo de té. La temperatura del agua es fundamental para extraer los compuestos correctos de la hoja.
¿Qué sucede?
El té verde o blanco, por ejemplo, se quema con agua a 100 °C y se vuelve amargo o astringente.
Los tés delicados pierden sus notas florales y se saturan de taninos.
¿Qué hacer?
Conoce las temperaturas recomendadas:
Verde japonés: 60–70 °C
Verde chino: 75–80 °C
Blanco: 70–85 °C
Oolong: 85–95 °C
Negro: 90–95 °C
Puerh: 95–100 °C
Utiliza un termómetro o simplemente deja reposar el agua unos segundos tras hervirla antes de verterla.
¿Sabias...
Son pocos los locales de hostelería los que preparan el té correctamente. A menudo emplean el agua de la cafetera que sale a temperaturas muy elevadas para determinados tipos de té.
La proporción hoja/agua es clave para el equilibrio de la infusión. Si pones demasiadas hojas, el té resulta amargo, denso o empalagoso. Si pones pocas, la bebida será insípida.
¿Qué hacer?
Usa una balanza: 2–3 g por cada 200 ml suele ser un estándar para la mayoría de los tés.
Si no tienes balanza, una cucharadita rasa por taza puede servir como referencia inicial.
Cada tipo de té tiene su densidad y volumen. Por eso, la mejor medida es el peso.
Las hojas necesitan espacio para abrirse y liberar todo su aroma. Cuando se preparan en filtros demasiado estrechos o con bolsitas comprimidas, no pueden expandirse correctamente.
¿Qué hacer?
Utiliza infusores amplios, filtros de algodón o mallas grandes.
Las teteras de vidrio, porcelana o arcilla permiten buena circulación del agua.
Evita los coladores metálicos pequeños que asfixian la infusión.
Un minuto de más o de menos puede transformar por completo el perfil del té. Infusionar en exceso extrae demasiados taninos; hacerlo por poco tiempo impide que se desarrollen los matices.
¿Qué hacer?
Controla el tiempo con precisión. A modo orientativo:
Tipo de té | Tiempo recomendado |
---|---|
Verde japonés | 1–2 minutos |
Verde chino | 1–3 minutos |
Blanco | 2-4 minutos |
Oolong | 2-4 minutos |
Negro | 3–5 minutos |
Puerh joven | 2-4 minutos |
Puerh maduro | 3-5 minutos |
Agregar azúcar o miel sin probar primero el té es una costumbre muy arraigada, pero también muy dañina para el paladar.
El azúcar enmascara sabores, impide detectar defectos o virtudes, y crea una dependencia innecesaria.
¿Qué hacer?
Prueba primero el té solo. Evalúa si realmente necesita un toque dulce.
Si quieres añadir algo, hazlo con mesura. Mejor usar azúcares naturales o experimenta con maridajes (frutas, pastas dulces).
Algunos tés permiten múltiples infusiones (especialmente los Oolong, Pu Erh, blancos de alta gama...).
Pero no todas las hojas resisten bien una segunda vuelta, y muchas veces se recurre a este recurso sin considerar la calidad o el tipo.
¿Qué hacer?
Infusiona más de una vez solo cuando el té lo permite.
Ajusta los tiempos: la segunda infusión suele requerir más duración.
No reutilices hojas después de muchas horas o días: la hoja húmeda se oxida y puede fermentar.
El té absorbe olores, humedad y luz. Si se guarda en envases abiertos, cerca de especias o en contacto con aire, perderá frescura y se deteriorará.
¿Qué hacer?
Guárdalo en envases opacos, herméticos y lejos de fuentes de calor o humedad.
No lo guardes en la nevera.
Consume tés delicados (blancos, verdes) en los primeros meses tras la compra.
Este es un aspecto que solo notarás cuando tengas tu paladar más entrenado.
Además del origen, mineralización y sabor del agua, su temperatura y composición influyen en la textura del té. Una misma hoja puede saberse totalmente distinta según el agua que se emplee.
¿Qué hacer?
Haz pruebas con distintos tipos de agua: filtrada, de manantial, de osmosis. Incluso con diferentes marcas de agua, en el caso de que la compres embotellada (te sorprenderá lo que varía esto)
Evita aguas con mucho sodio o cal.
Considera también el PH si te dedicas a preparar tés finos.
Preparar té es una oportunidad de conexión sensorial. Muchas personas lo hacen de forma mecánica, sin detenerse a mirar el color de la hoja, oler su fragancia o escuchar cómo el agua cae sobre las hebras.
¿Qué hacer?
Observa cómo cambian las hojas al hidratarse.
Huele el té en seco y durante la infusión.
Escucha el sonido del agua: también comunica.
El té es una práctica de presencia. Y evitar estos errores permite convertir la preparación en un acto consciente.
Si quieres disfrutar de una mejor experiencia, y aprender cómo se prepara el té, hemos preparado para ti el curso: Fundamentos del Té.
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